martes, 13 de octubre de 2015

Águila.

Su mirada se veía triste, como la de un águila. Su sonrisa no se hacía presente y sus labios esperaban por un beso suyo.
Su cabello caía sobre uno de sus ojos,  y su nariz pequeña me ponía la piel de gallina. Tal vez ocultaba algo, una fotografía así no se veía todos los días.
Suspiré y mis labios quedaron entre abiertos, como si esperaran juntarse con los de ella.
No la conocía, no sabía si era real, tal vez el fotógrafo buscaba ese efecto, la intriga por tanta belleza.
La gente que pasaba a contemplar aquella fotografía no veía lo mismo que yo, no la sentían propia, no sentían ese deseo lujurioso de besar a la mujer que se encontraba allí plasmada. 
Quedaban solo algunos minutos para que terminara la exposición, me atreví a buscar aquel que haya capturado tantos sentimientos en una fotografía. Nadie sabía donde se encontraba esa persona.
Poco después, cuando ya todos los fotógrafos habían retirado sus obras de las paredes y mesas, pude ver la silueta de una mujer tomando aquella fotografía que me había robado hasta la última gota de cordura.
Me paré lo más rápido que pude y fui hasta ella, tomándola de la mano. Me miró. Era ella, la dueña de la fotografía, la dueña de esos ojos de águila.
Me sonrió y me susurró: —¿Te gusta? Me la tomé para vos, mi amor. 

—GN. 

jueves, 27 de agosto de 2015

Te extraño menos.

Mis días pasaron a ser un “te extraño más que ayer pero menos que mañana” cuando te fuiste, sin si quiera mirarme, sin si quiera decirme un “te amo” de cortesía, por todos los días perdidos -o serán ganados- a tu lado.
Hoy te extraño más que ayer, pero menos que mañana, porque este amor vacío y sin receptor se oscurece en el fondo del desván donde se encuentran mis recuerdos; donde te encuentras tú.
Mañana te extrañaré más y, tal vez, pasado aún más, pero no importa. Todavía juego mi mejor mano a que te olvidaré, te dejaré escapar de mi mente insana y ya no estarás atrapada en este circo de mentiras.
Lo más paradójico de esto es que te extraño menos que cuando estábamos juntas, tu ausencia me mataba y tus mentiras me destruían al paso de tus besos sobre mis labios.
¿Cómo puedo decir que te extraño si yo no sé extrañar? 
“Extraño sentimiento” “extraño sentirte” Parecen similares, pero no lo son en lo más mínimo, pues yo no sé que será este extraño sentimiento que se produce en mí cuando recuerdo que extraño sentirte a mi lado.

                                                     —GN. 



martes, 21 de julio de 2015

Suspiro.

Recostadas en el suelo mirábamos las estrellas y el resplandor de la luna, parecía que nos acariciaba con su luz.
Solo una vez pudimos verla juntas, la verdad no sé por qué… ¿habrá sido por mis constantes actitudes de niña pequeña, o tal vez por tu manía de cambiarme de tema cuando te pedía que habláramos? No sirve de nada echar culpas ahora, después de tantas lunas llenas sin ver…
Por la frialdad con la que me tratan tus palabras que se clavan en mi alma, puedo saber que nunca fui lo suficiente como para estar orgullosa de mí, nunca tendría que haber empezado esa conversación, nunca tendría que haberte hecho esa pregunta tan estúpida, nunca tendría que haberte conocido.
Todavía recuerdo la primera vez que te dije “te amo” pero no la última... ¿vos la recordas? Claro que no… demasiado insignificante como para que lo hagas. Estaba tan nerviosa, estaba tan estúpidamente enamorada.
Suspiro y sonrío recordando cada cosa estúpida que hacía y decía con tal de sentirme un poquito más cerca de vos, pensé que si dejaba pasar los días volveríamos; aproximadamente pasaron dos o tres días… y nada.
No me hablaste, ni siquiera los buenos días ni las buenas noches.
Dolía, claro que dolía, sentía como mi pecho se sentía cada vez más chico para mi corazón, lo golpeaba, trataba de sacar ese dolor asqueroso que invadía mi cuerpo, pero no funcionada; nunca funcionó.



Pero hoy te recuerdo así, con un suspiro, una sonrisa y un pequeño dolor en el pecho.


                                                                                                             -GN.


Verde primaveral.

Mis mañas antes de irme a dormir eran muchas, desde pedirle que me cuente un cuento hasta que me cante; pero ella las complacía.
Tal vez la dejé ir porque sabía que no era lo mejor para mí, o yo no era lo mejor para ella. No importaba el motivo, no ahora, sólo sabía que ella no era la correcta.
No me causaba esa vibración extraña en todo el cuerpo, esa vibración que solo sentía contigo; maldita niña de cabello rizado.
Recopilé mis mejores poemas, esos mismos que nunca tuve valor de darte, los envolví junto al último pañuelo que me regalaste y los quemé, pude ver como ardían al igual que mis sentimientos.
Después de muchos meses pude ver la vida de manera diferente; la vibración no volvió nunca, claro que no volvería y yo lo sabía, pero no importaba; ahora me siento un poco más viva.
Dejaba atrás cada una de tus palabras, mis demonios, esos que me perseguían junto a mis inseguridades.
Cada lágrima derramada no valió en verdad la pena, pero ya no importaba; no me importaba.
Estás bien, lo sé, todavía reviso tus redes sociales como una alcohólica en rehabilitación que pasa por al frente de un bar o una licorería. Me alegra saber que estás mejor que yo, me alegra saber que me puedo sacar esta mascara de mujer insensible.
Mírate, tan sonriente, tan café; me gusta el café pero dulce, y vos… vos eras café amargo en mi vida.


Empecé hablando de ella y yo; terminé hablando de mis recuerdos sobre ti, como todo en mi vida finaliza así y esto no podía ser la excepción, pequeña con rizos y ojos color hoja primaveral.

                                                                                                                              -GN.


martes, 16 de junio de 2015

No sé qué me atrapó, si su mirada celeste,
suave como el cielo en primavera,
o los rizos que caían sobre sus hombros.

La profundidad de sus palabras me aturdía,
como el rock a un amante de la música clásica.

Poseyó el lado más frío de mi corazón
y lo convirtió en un hogar,
un hogar donde descansan sus suaves caricias
y sus besos eternos.

Lo que más dolió no fue el adiós,
si no la manera en la cual sucedió.

Sus palabras pasaron de ser dulces melodías
a la hiel de mi corazón que está clavada en mí,
como la excálibur en la piedra encantada.

Déjame ser el rey Arturo,
aquel que te posea,
mi amor te protegerá

en el camino que nos queda.

-GN.