martes, 16 de junio de 2015

No sé qué me atrapó, si su mirada celeste,
suave como el cielo en primavera,
o los rizos que caían sobre sus hombros.

La profundidad de sus palabras me aturdía,
como el rock a un amante de la música clásica.

Poseyó el lado más frío de mi corazón
y lo convirtió en un hogar,
un hogar donde descansan sus suaves caricias
y sus besos eternos.

Lo que más dolió no fue el adiós,
si no la manera en la cual sucedió.

Sus palabras pasaron de ser dulces melodías
a la hiel de mi corazón que está clavada en mí,
como la excálibur en la piedra encantada.

Déjame ser el rey Arturo,
aquel que te posea,
mi amor te protegerá

en el camino que nos queda.

-GN.