martes, 21 de julio de 2015

Verde primaveral.

Mis mañas antes de irme a dormir eran muchas, desde pedirle que me cuente un cuento hasta que me cante; pero ella las complacía.
Tal vez la dejé ir porque sabía que no era lo mejor para mí, o yo no era lo mejor para ella. No importaba el motivo, no ahora, sólo sabía que ella no era la correcta.
No me causaba esa vibración extraña en todo el cuerpo, esa vibración que solo sentía contigo; maldita niña de cabello rizado.
Recopilé mis mejores poemas, esos mismos que nunca tuve valor de darte, los envolví junto al último pañuelo que me regalaste y los quemé, pude ver como ardían al igual que mis sentimientos.
Después de muchos meses pude ver la vida de manera diferente; la vibración no volvió nunca, claro que no volvería y yo lo sabía, pero no importaba; ahora me siento un poco más viva.
Dejaba atrás cada una de tus palabras, mis demonios, esos que me perseguían junto a mis inseguridades.
Cada lágrima derramada no valió en verdad la pena, pero ya no importaba; no me importaba.
Estás bien, lo sé, todavía reviso tus redes sociales como una alcohólica en rehabilitación que pasa por al frente de un bar o una licorería. Me alegra saber que estás mejor que yo, me alegra saber que me puedo sacar esta mascara de mujer insensible.
Mírate, tan sonriente, tan café; me gusta el café pero dulce, y vos… vos eras café amargo en mi vida.


Empecé hablando de ella y yo; terminé hablando de mis recuerdos sobre ti, como todo en mi vida finaliza así y esto no podía ser la excepción, pequeña con rizos y ojos color hoja primaveral.

                                                                                                                              -GN.


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